En el vasto Océano Pacífico, a unos 15 kilómetros de la costa de Nagasaki, Japón, se encuentra una isla cuya forma recuerda a un barco de guerra. Esta isla, conocida como Hashima o Gunkanjima (que significa “Isla Acorazado” en japonés), alberga una historia fascinante y trágica. Una vez fue uno de los lugares con mayor densidad de población del mundo, pero hoy yace deshabitada y en ruinas. Esta es la curiosa historia de su auge y su repentino abandono.
Hashima saltó a la fama en 1890 cuando la empresa Mitsubishi adquirió los derechos de la mina de carbón en la isla. En aquel entonces, tres empresas diferentes habían intentado explotar las reservas de carbón, pero las duras condiciones climáticas y los violentos vientos las obligaron a retirarse. Mitsubishi, sin embargo, vio una oportunidad y decidió invertir en la infraestructura necesaria para proteger y hacer habitable este pedazo de roca en medio del mar.
La compañía construyó rompeolas de hormigón para proteger la isla de las inclemencias del tiempo y desarrolló instalaciones para alojar a los mineros y sus familias. La isla se fue ampliando con terreno ganado al mar y, a pesar de las duras condiciones de trabajo, la promesa de buenos salarios atrajo a muchos trabajadores. Hashima rápidamente se convirtió en una pequeña pero densamente poblada ciudad. En 1959, su población alcanzó un pico de más de 5,000 personas, todas viviendo en un área de poco más de un kilómetro cuadrado. Esta densidad de población era una de las más altas registradas en el mundo en ese momento.
La vida en Hashima no era fácil. El aire del mar generaba una atmósfera con un 95% de humedad, y los vapores y el polvo de carbón se elevaban constantemente en el aire, adhiriéndose a la piel de los residentes y provocando diversas enfermedades. Las temperaturas eran sofocantes y las condiciones insalubres, pero los altos salarios compensaban estos desafíos para muchos.
Sin embargo, la prosperidad de Hashima no estaba destinada a durar. En la década de 1960, Japón comenzó a reemplazar el carbón por el petróleo como principal fuente de energía. Esta transición llevó a una disminución drástica en la demanda de carbón, haciendo que las operaciones mineras en Hashima se volvieran insostenibles. Mitsubishi, que había sido el motor económico de la isla, decidió cerrar la mina en 1974. Sin el empleo que la mina proporcionaba, la isla fue rápidamente abandonada. En cuestión de meses, los edificios y las infraestructuras quedaron desiertos, y la vibrante comunidad se convirtió en una ciudad fantasma.
Hoy en día, Hashima es un destino turístico que ofrece una visión única de un pasado industrial que desapareció casi de la noche a la mañana. Los visitantes pueden acceder a la isla desde Nagasaki y explorar sus ruinas, donde el tiempo parece haberse detenido en la década de 1970. La isla también ha capturado la imaginación de cineastas y ha sido escenario de películas, incluida la famosa película de James Bond “Skyfall”.
Hashima permanece como un testimonio silencioso de la era industrial de Japón y el rápido cambio económico que puede transformar y eventualmente desolar comunidades enteras. Su historia es un recordatorio del costo humano de la industrialización y de cómo las decisiones económicas pueden tener efectos duraderos en la vida de las personas.