En las últimas semanas, México, Chile y Brasil han incrementado sustancialmente los aranceles sobre los productos de acero provenientes de China. Este movimiento refleja un giro hacia el proteccionismo en una relación que, hasta ahora, ha sido predominantemente beneficiosa.
China, que se ha convertido en el mayor comprador de materias primas de América Latina y un inversor significativo en la región, envía casi 10 millones de toneladas de acero anualmente, valoradas en 8.500 millones de dólares. Este volumen ha crecido exponencialmente desde las 80.500 toneladas enviadas en el año 2000, según datos de la asociación regional del acero, Alacero.
A pesar de los beneficios económicos mutuos, la reciente oleada de importaciones de acero chino ha puesto en peligro la viabilidad de los productores de acero locales y ha amenazado 1,4 millones de empleos en la región. Este fenómeno ha forzado a países como Brasil a introducir medidas proteccionistas. El país, que planea implementar un sistema de cuotas arancelarias para frenar los precios predatorios de las aleaciones importadas, se vio especialmente afectado con un aumento del 62% en los envíos chinos el año pasado, alcanzando 2,9 millones de toneladas.
La situación no es aislada. En Colombia, la siderúrgica Paz del Río ha solicitado al gobierno que incremente los aranceles de importación debido a que las aleaciones chinas llegan al país con un descuento del 50%, desplazando a importaciones de Brasil y México. El director ejecutivo de Paz del Río, Fabio Galán, destacó en una entrevista reciente que el 92% de las importaciones de alambre de acero en el último año provinieron de China y Rusia, afectando gravemente a la industria local.
China no ha respondido oficialmente a los nuevos aranceles impuestos por las naciones latinoamericanas, aunque su historial muestra que puede reaccionar suspendiendo compras e inversiones en represalia a medidas que considera injustas. Ejemplos pasados incluyen la prohibición de productos de soja de Argentina y el bloqueo de envíos de canola de Canadá.
A pesar de los riesgos, la imposición de aranceles refleja una postura firme de América Latina frente a una superpotencia económica. Según Margaret Myers, directora del Programa de Asia y América Latina del Diálogo Interamericano, esto representa una prueba tanto de los intereses de China como de la determinación de América Latina para desafiar a un socio económico clave.
El impacto de la relación comercial con China ha sido positivo en muchos aspectos para la región. Países como Chile han experimentado un crecimiento económico significativo al exportar materias primas a China. Sin embargo, la competencia en mercados secundarios, como la producción de componentes de baterías o productos de acero, sigue siendo un desafío.
La reacción contra China también implica riesgos simbólicos y económicos, especialmente para las economías más pequeñas que dependen en gran medida de las exportaciones de materias primas a China. La nación asiática ha invertido significativamente en América Latina, con 187.500 millones de dólares en diversos sectores entre 2003 y 2022, lo que ha sido vital para el desarrollo de infraestructuras y otras industrias.
Con los nuevos aranceles, los países latinoamericanos parecen estar apostando a que China no tomará represalias significativas, considerando su arraigo en la región. No obstante, las medidas proteccionistas aún no son una solución perfecta. Por ejemplo, en Chile, los aranceles aumentarán los costos en la industria minera, que depende del acero para sus operaciones.
La imposición de aranceles en América Latina es menos severa en comparación con las medidas implementadas por Estados Unidos durante la administración Trump. Esto podría llevar a China a defender sus intereses en la Organización Mundial del Comercio, en lugar de tomar represalias directas contra sus socios comerciales en la región.
En resumen, la creciente afluencia de acero chino ha obligado a América Latina a tomar medidas protectoras para salvaguardar su industria siderúrgica, aunque esto conlleva una serie de riesgos y desafíos tanto económicos como diplomáticos.
