El Centro de Predicción del Clima Espacial (SWPC) de la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica (NOAA) ha lanzado alarmas ante una intensa tormenta geomagnética G4 desencadenada por una eyección de masa coronal que golpeó la Tierra este domingo 24 de marzo, siendo la más poderosa registrada en la historia del planeta.
Desde el sábado, la entidad ha estado vigilando de cerca este fenómeno, emitiendo advertencias oportunas sobre sus posibles consecuencias. Se esperan efectos como auroras boreales y australes en lugares inusuales, interrupciones en las comunicaciones por radio y satélite, así como fluctuaciones en las redes eléctricas que podrían afectar las comunicaciones y los sistemas de navegación.
A pesar de que la tormenta ya ha impactado algunas regiones, otras aún no la han sentido. Sin embargo, se prevé que a partir de este lunes comience a interferir en las transmisiones de radio en la Tierra, dificultando el tráfico aéreo, según advierten los meteorólogos espaciales.
La eyección de masa coronal (CME), explicada por la NOAA como una expulsión potente de plasma y material magnético desde el Sol, puede llegar a la Tierra en tan solo 15 a 18 horas, describiéndola como “esencialmente el Sol lanzando un imán al espacio”, según Bill Murtagh, coordinador de programas del SWPC.
El científico atmosférico Matthew Cappucci señala que la tormenta geomagnética severa (nivel 4 de 5) está en curso, afectando actualmente a la Tierra. La CME de rápido movimiento llegó más temprano de lo esperado, lo que podría hacer que las auroras sean visibles en gran parte de Europa y Asia, incluidas las latitudes medias del norte.
Esta intensa actividad solar puede inducir corrientes eléctricas en las redes eléctricas, interrumpir las comunicaciones por radio y satélite, así como afectar los sistemas de navegación GPS, lo que podría causar caos en el transporte aéreo, marítimo y terrestre.
Es importante destacar que los efectos de una tormenta geomagnética G4 pueden variar según la región y la infraestructura local, siendo las latitudes altas, como el Ártico y la Antártida, más susceptibles a sus efectos.
