Investigadores han encontrado evidencia de un océano subterráneo atrapado en el mineral ringwoodita, ubicado a 700 kilómetros bajo la corteza terrestre. Este hallazgo desafía la teoría de que el agua llegó a la Tierra a través de cometas, sugiriendo en cambio que podría haber surgido desde el interior del planeta, creando un ciclo continuo entre el manto y la superficie.
Utilizando 2,000 sismógrafos que rastrearon ondas sísmicas de más de 500 terremotos, los científicos observaron cómo estas ondas se desaceleraban al atravesar rocas ricas en agua, confirmando la existencia de este depósito masivo en el manto inferior.
Este descubrimiento redefine la comprensión del ciclo del agua y plantea preguntas sobre la sostenibilidad de los océanos y el clima global, al tiempo que abre nuevas posibilidades para la búsqueda de agua en planetas similares a la Tierra.